Pese a las amenazas, prospera el mayor mercado negro de Cuba
Mientras las autoridades advierten de una represión, los comerciantes dicen que el negocio debe continuar como de costumbre, facilitado con un poco de soborno.
Pese a las amenazas, prospera el mayor mercado negro de Cuba
Mientras las autoridades advierten de una represión, los comerciantes dicen que el negocio debe continuar como de costumbre, facilitado con un poco de soborno.
Los comerciantes de un mercado gigante al aire libre en la capital cubana La Habana dicen que no tienen planes de dejar de operar a pesar de los temores de una ofensiva gubernamental inminente.
Miles de compradores visitan el mercado La Cuevita, en el municipio de San Miguel del Padrón de La Habana, todos los días. El mercado también sirve como suministro a los empresarios autónomos, conocidos como “cuentapropistas”, que están autorizados a operar en los márgenes de la economía cubana controlada por el Estado.
Algunos de los productos a la venta en La Cuevita son robados de los almacenes de las industrias estatales. Aunque esto es ampliamente conocido, la policía y los inspectores hacen de la vista gorda ante la presencia de mercancías ilícitas a cambio de sobornos.
Recientemente, sin embargo, el periódico del Partido Comunista, Granma, anunció una ofensiva contra la venta minorista de artículos adquiridos en la red minorista de distribución estatal. La campaña, que comenzará el 31 de diciembre podría cerrar con eficacia el mercado La Cuevita.
La noticia ha alarmado a los comerciantes del mercado. Algunos planean cerrar sus puestos y operar clandestinamente, o encontrar artículos alternativos para vender que no los meta en problemas.
Otros, sin embargo, dicen que han sobrevivido a drásticas medidas similares en el pasado, así que este último intento de cerrar los negocios probablemente fracasarán también.
En una típica redada, un equipo de inspectores respaldados por la policía llega para buscar puestos y confiscar artículos ilegales. Las multas son aplicadas y algunos comerciantes detenidos. Pero al día siguiente, el mercado se vuelve a abrir para hacer negocio.
Comerciantes de La Cuevita han desarrollado una serie de estrategias para protegerse. Muchos cercan sus puestos con láminas de estaño. Cuando los operadores ven que un policía viene, gritan un aviso y sus colegas esconden rápidamente los productos ilegales.
La prosperidad del mercado negro no es un secreto. La policía y los inspectores reciben sobornos cuyo tamaño depende de los productos que venda un puesto en particular. Los comerciantes dicen que las autoridades no intervienen en serio porque muchos altos funcionarios tienen intereses comerciales ahí mismo.
Elvira, que vive cerca del mercado La Cuevita, dijo que había un entendimiento entre los comerciantes y la policía, por lo que el sistema funciona a la perfección.
Ella solía tener la licencia comercial que se requieren para operar como cuentapropista, pero lo dejó porque no tenía sentido. Ahora dice que opera con mucho más éxito y sin papeles oficiales.
Cuando una patrulla de la policía se acercó a su puesto hace poco, intercambió saludos amistosos con los oficiales a los que conocía, y luego les mostró algo de mercancía legal y les entregó algunas botellas de perfume. La dejaron y volvieron su atención a otros comerciantes.
Hace un año, el hijo de Elvira adquirió una licencia de cuentapropista para vender ropa. Un día llegó la policía y le entregaron una orden de confiscación sin más explicaciones. Registraron la casa, confiscaron toda su mercancía y se lo llevaron a la comisaría. Elvira pagó la fianza de dinero de 5,000 pesos (200 dólares) para liberarlo.
Cuando la familia intentó recuperar la ropa confiscada, las autoridades dijeron que la mercancía había sido extraviada y les advirtieron que de llevar el caso a los tribunales, perderían todo.
La policía y los funcionarios que se presentaron más tarde para exigir más sobornos le comentaron a Elvira que sus colegas se habían apropiado de los bienes incautados - “fulano cogió tantos pares de zapatos, mengano tanta ropa”.
Un residente local relató cómo el jefe de los inspectores de la zona de La Cuevita llamó recientemente a un hombre vendiendo percheros plásticos y trató de detenerlo. El hombre comenzó a gritar que él ya estaba pagando el inspector 1,000 pesos mensuales, por lo que no debería ser arrestado.
Las multas también son negociables. Una comerciante llamada Sonia mostró una multa de 400 pesos, la cual fue sellada como pagada a pesar de que había negociado una tarifa menor a 200 pesos.
Los comerciantes del mercado ofrecen bienes robados por el Estado y no están disponibles en las tiendas normales.
Un residente local dijo que compró una sábana aún en su embalaje, sellado como propiedad del Ministerio de Salud y claramente diseñado para ser utilizado en un hospital. Ella pagó 50 pesos ( dos dólares), cuando el equivalente habría costado hasta 150 pesos en una tienda normal. También compró un edredón que dijo venía de las tiendas de las fuerzas armadas de Cuba.
Los cuentapropistas involucrados en el comercio minorista compran su mercancía en el mercado La Cuevita. Las bombillas de bajo consumo, por ejemplo, están en venta a 16 pesos cada uno y pueden ser revendidos por 30 pesos. Las bombillas no están disponibles en las tiendas estatales.
Otra parte del comercio ilícito implica la fabricación de productos a partir de materiales robados. Un comerciante, por ejemplo, vende el perfume a granel a los minoristas cuentapropistas. Lo hace de una mezcla de alcohol, glicerina y sus extractos, todos robados de almacenes pertenecientes a Suchel Camacho, el principal fabricante estatal de higiene y cosméticos. (Para más información sobre el comercio, vea Florece mercado de productos falsificados en Cuba)
Para frenar el comercio de bienes robados, el gobierno cubano ha prometido la creación de puntos de venta al por mayor donde serían capaces de comprar materias primas y mercancías, pero este plan se encuentra todavía en sus primeras etapas. (Vea Comerciantes cubanos ganan aceptación lentamente.)
Gran parte de la población de la zona semi-rural, donde está ubicado el mercado La Cuevita la constituyen migrantes de otras zonas de Cuba. Han construido casas sin obtener permiso de planificación- práctica común en algunas partes del país. Algunos han obtenido el permiso para permanecer ahí, pero los que están ilegalmente no tienen derecho al empleo estatal. Su única opción es la empresa privada.
Camilo Ganga es el seudónimo de un periodista que vive en La Habana, Cuba .